Un caso muy interesante es el de la ausencia de cáncer en los hunza, un poblado de Paquistán.
Ya en la década de los 20 del pasado siglo XX los investigadores Robert
McCarrison y John Dark comprobaron que había una población donde el
cáncer era desconocido, los hunza, que vivían en la falda de una colina
de la localidad paquistaní de Kashmir cercana al Himalaya. Su población
contaba además con un alto promedio de personas mayores de 100 años. Así
que decidieron examinar sus costumbres y descubrieron que la ingesta de
semillas de damasco (albaricoque) era algo común entre ellos y que
además cocinaban con el aceite de esas semillas. Luego constatarían que
muchas otras frutas de las que consumían eran ricas en lo que hoy se
conoce como vitamina B17. Esto me recuerda lo que sucede en una
localidad europea en que se consume mucho la semilla de calabaza o
zapallo y nadie padece de problemas a la próstata; tengamos presente la
recomendación actual del aceite de pepa de calabaza o zapallo contra la
prostatitis.
Se supo también que cuando hunzas salen de su ambiente, enferman de cáncer. Genéticamente no serían inmunes a esta enfermedad.
Ver el excelente aporte completo de Rolando Chateuneuff en:
http://www.rochade.cl/?p=2008#more-2008
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